Imagine que espera recibir noticias de un nuevo empleador potencial sobre una oferta de trabajo interesante. Su entrevistador fue difícil de leer, simplemente no hay forma de adivinar el resultado. A medida que pasan los días, ¿desearía medio saber el resultado, incluso si son malas noticias, en lugar de soportar un solo minuto más de agonizante espera?
¿Qué hay de tus sentimientos durante las citas? ¿Preferiría que alguien le dijera, por adelantado, que no quiere volver a verlo, en lugar de esperar a que su teléfono emita un nuevo mensaje? ¿Incluso arriesgaría su dignidad pidiendo señales de compromiso en un momento inoportuno?
Una sensación de incertidumbre puede provocar una gran incomodidad. Para algunas personas, una incapacidad general para procesar situaciones ambiguas puede incluso alimentar los trastornos de ansiedad crónica. “La incertidumbre puede intensificar lo amenazante que se siente una situación”, dice Ema Tanovic, psicóloga del Boston Consulting Group en Filadelfia, quien también ha investigado las consecuencias de la incertidumbre en la Universidad de Yale.
Los científicos, incluido Tanovic, ahora están dando grandes pasos para explicar por qué la incertidumbre puede ser tan insoportable y delinear las consecuencias para nuestra toma de decisiones y nuestro comportamiento. Al comprender esos mecanismos, podemos aprender a aliviar esos sentimientos, y tal vez incluso prosperar bajo el miedo a lo desconocido.
Y no es solo la incertidumbre de una amenaza lo que causa incomodidad: también somos reacios a colocarnos en situaciones potencialmente rentables si implican un elemento de imprevisibilidad.
Tanovic dice que muchas situaciones cotidianas provocan el mismo tipo de reacción. “La gente puede esforzarse mucho para reducir la incertidumbre y la ansiedad que la acompaña, como llamar repetidamente a un ser querido para asegurarse de que está bien, enviar mensajes de texto a un enamorado incesantemente cuando no han respondido, refrescar compulsivamente la bandeja de entrada cuando espera escuchar sobre una entrevista”, dice. "A veces funciona y el comportamiento resuelve la incertidumbre, pero estas acciones a menudo pueden ser bastante costosas en términos de tiempo, esfuerzo y efecto en las relaciones¨. La ansiedad no saber algo afecta nuestro entorno y nuestra competencia obligándonos a dudar hasta de nuestra cordura.
Nuestras reacciones a la incertidumbre pueden haber tenido sentido en la evolución. El cerebro está constantemente tratando de predecir lo que sucederá a continuación, lo que le permite preparar el cuerpo y la mente de la manera más eficaz posible. En situaciones inciertas, esa planificación es mucho más difícil, y si potencialmente te enfrentas a un depredador o un enemigo humano, la respuesta incorrecta podría ser mortal. Como resultado, podría ser útil pecar de cauteloso, ya sea evitando la incertidumbre por completo.
"Tratar las incógnitas como amenazas potenciales habría sido adaptativo, siempre que la ansiedad asociada no comprometiera [actividades esenciales] como buscar comida y refugio, o seleccionar pareja", explica Nicholas Carleton, profesor de psicología en la Universidad de Regina, Canadá. En su opinión, lo "desconocido" representa uno de los "miedos fundamentales" de la humanidad, quizás incluso más importante para nuestro comportamiento que nuestro miedo a la muerte.
Las personas que obtienen una puntuación alta de intolerancia a la incertidumbre tienden a mostrar respuestas de mayor estrés ante situaciones de incertidumbre. Curiosamente, también tienden a tener dificultades para "desaprender" los miedos, una vez que se ha establecido la seguridad.
Esta puede ser una de las razones por las que la alta intolerancia a la incertidumbre aumenta en gran medida la vulnerabilidad de una persona a una variedad de trastornos de ansiedad y depresión, ya que los temores persisten mucho después de que ha pasado la amenaza potencial, sencillamente pierdes la habilidad de adaptarte de forma inteligente.
Ya sea que sufra o no de un trastorno clínico, puede valer la pena recordar que los intentos de predecir el futuro a menudo son completamente inútiles. “Cuando nos preocupamos, pensamos en los posibles resultados de una situación incierta en un intento de prepararnos de alguna manera”, dice Tanovic. "En realidad, preocuparse no reduce la incertidumbre que enfrentamos y, en cambio, nos prepara para sentirnos más ansiosos". Como nos enseñaron los antiguos estoicos, haríamos mucho mejor en aceptar nuestra incapacidad para controlar la situación.
En algunos casos, incluso podemos reconocer que la incertidumbre puede ser una fuente de emoción. Puede que no nos guste la incomodidad en ese momento, pero en retrospectiva, a menudo es el elemento sorpresa lo que hace que nuestros éxitos sean aún más dulces. La vida sería muy aburrida, después de todo, si el resultado de cada evento se supiera de antemano, y si aprendemos a reconocer ese hecho, podríamos estar mejor equipados para navegar esos momentos inquietantes del limbo emocional que es vivir.
Angel Lockward Cruz
Con información de la BBC, Harvard Business review
