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Reino Unido culmina esta noche el Brexit



Si alguien tiene algo que objetar a esta unión, ahora es el momento de decirlo, desafió Boris Johnson ayer al Parlamento británico, como un cura en las bodas religiosas antes de dar su bendición y proceder al intercambio de besos y anillos. Pero de los 594 miembros de la congregación presentes en el acto, solo 73 –en su gran mayoría nacionalistas galeses y escoceses, unionistas norirlandeses y liberales– alzaron la mano para alegar sus razones en contra de la nueva relación entre el Reino Unido y la Unión Europea. El resto se callaron como muertos.


Solo que lo que bendijeron ayer la Cámara de los Comunes primero y la de los Lores después –a toda prisa, por la vía exprés, para que todo el mundo se fuera a su casa a celebrar el Fin de Año– no fue precisamente un matrimonio, ni tampoco un divorcio (ya estaba hecho, el Brexit en sí mismo), sino una especie de relación adúltera y pecaminosa de convivencia (acuerdo comercial) en la que Gran Bretaña seguirá yendo a la cama con los Veintisiete para no tener que pagar tarifas y aranceles, pero al mismo tiempo se reserva el derecho a acostarse con quien quiera (China, EE.UU., Japón, Australia, Corea del Sur...) con un espíritu libre (dentro de lo que cabe) y moderno (según lo que se entienda por modernidad), pero no necesariamente muy práctico.


Los 46 miembros del SNP escocés (independentista) presentes en la catedral laica de Westminster se opusieron al pacto de comercio entre Londres y la UE con el argumento de que perjudica los intereses económicos de Escocia, sobre todo en materia de agricultura y de pesca, e ignora la voluntad de sus votantes de pertenecer dentro de la unión aduanera y el mayor mercado único del mundo. Y, uno tras otro, en sus intervenciones adujeron que es un argumento de peso para proceder con un nuevo referéndum soberanista (que Johnson se niega a conceder) lo antes posible. El Brexit, a la espera de lo que pase en las elecciones autonómicas de mayo, puede tener notables efectos secundarios sobre la cuestión territorial. Las encuestas dan una clara mayoría (58%) a los partidarios de la ruptura.


Los tres galeses del Plaid Cymru (también indepes ) expresaron razones parecidas, mientras que los once liberales demócratas, el único diputado de los Verdes, el del Partido de la Alianza y los dos del SDLP (socialdemócratas norirlandeses) se basaron para su oposición en motivos de carácter pragmático y espíritu europeísta, todas las ventajas que a partir de ahora van a perder los ciudadanos británicos, que tenían una relación privilegiada con la UE, por culpa de los juegos políticos internos de los tories y de la ambición de poder de Johnson, que ha usado el Brexit para llegar a lo alto.


A los miembros de las clases altas de este país les gusta afirmar que Waterloo y las guerras mundiales no se ganaron en las llanuras de las Ardenas y de Normandía sino en los campos de rugby y cricket de Eton y otros colegios para privilegiados. Pero de la misma manera puede decirse que muchas de las grandes derrotas de Gran Bretaña, lo mismo cuando era imperio que ahora que no lo es (Gallipoli, Suez, la caída de Singapur, la batalla de Spion Kop contra los bóers en Sudáfrica...) se fraguaron también en esos círculos exclusivos donde maman los futuros líderes conservadores, y donde se convencen de su superioridad sobre el resto de la humanidad. El Brexit es un ejemplo claro de cómo manipulan a sus compatriotas, mienten como bellacos y anteponen sus intereses de partido y de clase a la noción del bien común.


Johnson fue a la misa de ayer muy tranquilo, sabiendo que su acuerdo comercial con la UE (que vende como si el Reino Unido hubiera conseguido todo lo que quería sin necesidad de compromiso alguno) contaba con el apoyo no solo del bloque euroescéptico, sino con el de la mayoría de la oposición laborista, empezando por su líder Keir Starmer: “El Brexit está hecho –declaró este–. Lo que hay que hacer ahora es pasar página. El Labour no quiere librar las batallas del pasado sino las del futuro, las de la sanidad, la educación y la justicia social”. Incluso descartó plantear el regreso a la UE en un futuro a medio plazo.


El propósito de Starmer es recuperar de cara a las elecciones de dentro de cuatro años a los tradicionales votantes laboristas de toda la vida del norte y centro de Inglaterra que son brexiters y han votado a Johnson. Cree que la culpa de la debacle electoral del pasado diciembre –una de las peores derrotas en la historia del partido– se debió a las divisiones internas bajo el timón de Corbyn y a la negativa a entender a ese segmento del electorado, de bajo nivel de educación y recursos económicos, preocupado por la inmigración, nostálgico del pasado y ávido de recuperar –como dice Johnson una vez tras otra– “el control de nuestras leyes, nuestras fronteras y nuestras aguas”. Starmer quiere pasar página, pero el Labour es un partido sentimental que, al contrario de los tories , no tiene su faro en la obtención del poder a cualquier precio y en la adaptación camaleónica a las circunstancias (ahora se han vuelto socialistas a la hora de pagar los sueldos de los trabajadores de empresas en crisis), sino que es un permanente guirigay ideológico. Muchos de sus miembros ponen los principios por delante de cualquier otra consideración, y ayer un diputado votó en contra y 36 (incluido el anterior líder Corbyn, que está suspendido por las acusaciones de antisemitismo, y varios pesos pesados de su equipo) se abstuvieron. Un amplio sector piensa que será un suicidio electoral abandonar al 48% de británicos que votaron contra el Brexit. La rebelión fue más contenida de lo temido por la cúpula, pero el cisma continúa vivo.


En el bando de la derecha, solo dos conservadores desafiaron el látigo de Boris y se abstuvieron, mientras que los ocho integrantes del Partido Democrático Unionista del Ulster (DUP)votaron en contra. Ya saben cómo miente y cómo se las gasta Johnson. Les prometió que no habría una frontera entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña a efectos comerciales y políticos, y vaya que la hay. Los irlandeses son los únicos británicos que van a seguir participando en las becas Erasmus, en virtud de un pacto que han suscrito con sus vecinos de la República. ¿Tal vez el primer paso hacia la reunificación de la isla?


El Brexit triunfó y desde mañana va a ser realidad, pero una amplia mayoría de los habitantes del Reino Unido dice ahora que es un error, y que si se votara de nuevo lo haría en contra. Demasiado tarde. Esos feligreses, además, no estuvieron invitados a la boda de ayer en Westminster, y no pudieron hacer objeción alguna.

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