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Resiliencia ¿virtud o cualidad?




En la actualidad es común escuchar hablar sobre “Resiliencia”, palabra que los psicólogos han definido como la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas y a la vez valorada como la virtud o la capacidad que muestra un individuo ante ciertas circunstancias que ponen a prueba su tolerancia o su tenacidad. Todos tenemos en algún momento la necesidad de satisfacer el sentido de pertenencia, de ser parte de algo, de ser reconocidos o aceptados, y en el proceso de crecer, formarnos y evolucionar, varios son los retos que afrontamos para definir a cuál circulo deseamos pertenecer. La hazaña radica en hacer el ejercicio para detectar en cuál lugar deseamos estar y a partir de ahí iniciar el viaje de descubrimiento de cuáles rasgos poseen quienes se encuentran dentro de dicha esfera e identificar si poseemos rasgos comunes que nos permitan acceder a ese espacio o si estamos dispuestos a absorber esa cultura.


Producto del desarrollo de ese ejercicio nacieron muchos grupos: los “jevitos”, los “rockeros”, los “punks”, los “metals” entre otros, en el proceso de esa búsqueda de ser parte de algo, de identificarnos con una ideología, una religión, un tipo de música, un estilo de ropa. Esto se constituye en una especie de enlace que nos ata al grupo tanto como los átomos de carbono en la cadena de H2O para componer el agua. Desde la niñez nos identificamos con otras personas que sentimos afines. Luego en la pubertad y en la etapa universitaria, vamos definiendo un perfil acorde a nuestros intereses y se hace necesario aprender a negociar ciertos puntos.


Lo mismo ocurre cuando nos lanzamos a intentar la inserción laboral, cuando buscamos colocarnos en un empleo que nos abra puertas a mejores oportunidades de crecimiento y desarrollo en lo personal y lo profesional. Las situaciones que en el día a día se presentan nos llevan a desarrollar lo que hoy se valora como habilidades blandas, entre las cuales se destacan la inteligencia emocional, la comunicación efectiva y más recientemente la resiliencia. Todo nos exige un proceso de adaptación o calificación, nos lleva a pontenciar la capacidad de producir determinado efecto positivo o disposición habitual para hacer el bien, lo cual hemos definido como virtud.


Del mismo modo, en cada etapa de nuestras vidas y ante cada evento que afrontamos, sea favorable o no, se destacan los rasgos, los componentes permanentes diferenciados que generan los signos distintivos de la naturaleza y esencia de una persona, los cuales vamos definiendo como cualidades. Entonces, si tuviéramos que clasificar la capacidad de adaptación ante los cambios, la tenacidad de seguir adelante ante cada situación, la flexibilidad con la cual nos sobreponemos de las adversidades, la apertura con la cual recibimos nuevas oportunidades y asumimos nuevos retos, nos veríamos en el dilema de ubicar la resiliencia como una cualidad que adorna a una persona dotandole de un rasgo positivo o como una virtud para afrontar los retos de manera positiva. Me inclino por valorar la resiliencia como una destreza que vamos desarrollando y fortaleciendo con el tiempo, superando etapas y absorbiendo de cada experiencia el “feedback” de manera positiva.


Cada etapa de nuestras vidas nos muestra nuevas experiencias, en el proceso obligatorio de evolucionar encontramos distintos maestros que vienen mostrarnos satisfacción, heridas, fortalezas, y debilidades, y de cada una de ellas obtenemos un nuevo conocimiento que nos nutre y nos prepara para recibir con mayor flexibilidad o madurez el próximo eslabón. La resiliencia no es innata, es una capacidad que se adquiere, se entrena y se desarrolla con el tiempo. Esta se encuentra íntimamente vinculada a la empatía, la capacidad de colocarnos en el lugar emocional de quien está afrontando la circunstancia, a la sociabilidad y a la perseverancia, esa aptitud de ser sociable y la constancia en la manera de ser y obrar. Pudieramos decir que en nuestro análisis foda personal, la resiliencia debe estar ubicada dentro de nuestras fortalezas, pulida por las distintas situaciones que en cada etapa vamos experimentando y exhibida con orgullo como una cualidad positiva y valorada como una virtud que nos permite disfrutar de un sentido de adaptación en armonía con nuestra inteligencia emocional. Trabajemos en desarrollar la resiliencia como un valor que la vida nos permite adquirir a cambio de acumular experiencias en el gratificante proceso de evolucionar.


Diomandy Castillo


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