Cada día desarrollamos una agenda que, programada o no, ocupa las horas hábiles que tenemos para nuestro quehacer cotidiano o desempeñar las funciones asignadas. Todos cumplimos roles en distintos ámbitos y dependiendo del lugar que ocupamos en el hogar también varían las responsabilidades que asumimos. Partiendo de esta premisa se hace necesario realizar las tareas con cierta motivación a los fines de que estos “quehaceres” no nos agoten, sino que nos genere una sensación de satisfacción por el deber cumplido. El motivo es el impulso que lleva a las personas a actuar de determinada manera, es decir, que da origen a un comportamiento específico, mientras que, la motivación, representa la acción de fuerzas activas o impulsoras para el día a día. La motivación puede encontrarse en distintas fuentes, según la conocida pirámide de Maslow, las necesidades humanas son un catalizador motivacional para las personas, quienes en primer lugar buscan satisfacer las necesidades fisiológicas y de seguridad, por este motivo, nos movemos a formarnos a nivel técnico o profesional.
Vivimos las etapas motivadas por el descubrimiento de lo que trae el próximo nivel, abrazando ideas sobre lo que encontraremos más adelante. Nos preparamos para conquistar oportunidades que sellen nuestro pasaporte con una visa hacia un mejor horizonte en el cual llenar algunas expectativas. Estas con el tiempo van creciendo en función de lo que vamos explorando y es cuando comenzamos a anhelar realizar otros hitos sobre las “nuevas fronteras” para llenar la necesidad del reconocimiento y la autorrealización. Surge en este momento la necesidad de vencer el agotamiento físico, mental o emocional para, imponiendo un poco de disciplina y constancia, dar continuidad a los esfuerzos del día a día.
Muchos comentan que cuando cesa la motivación entra en función la disciplina, respeto este criterio y hasta cierto punto lo comparto, ahora bien, ¿qué tal si en lugar de sustituir la motivación con disciplina, colocamos un poco de pasión por lo que hacemos o empezamos a vivir apasionadamente? Desde pequeños nos instan a actuar de manera correcta, en la juventud se nos invitan a actuar de manera organizada y en la adultez se espera que actuemos de manera ética, por consiguiente, estamos “programados” para encajar y replicar lo que ha sido fijado como “el patrón a seguir”. Ahora, debido a esto me he preguntado cuántas veces en un mes o en el año hago las cosas que disfruto y/o me apasionan y en la respuesta descubro la definición de mi estado actual. En la medida que hacemos lo que disfrutamos, lo que nos apasiona, en esa medida fluimos mejor y lo que hacemos lejos de drenarnos las energías, nos inyecta una carga de energía positiva para continuar.
Justo cuando abrazamos la “musa” y actuamos apasionadamente deja de representar esfuerzo madrugar cada día y empezamos a agradecer que tenemos muchos motivos para hacerlo. Quizás deseas trabajar apasionadamente para pasar tiempo de calidad familiar, o la motivación te mueva a explotar un talento que tienes para pintar. Tal vez te apasiona la música y eso te impulsa a aprender a tocar un instrumento, o te fijas una meta para estudiar un idioma que te gusta y que nunca antes pudiste aprender, quizás lo que te impulsa sea una bicicleta nueva para hacer MTB o una casa con la cual sueñas para crear el sueño de la familia que anhelas. El motivo lo definimos cada uno de nosotros. El esfuerzo y la motivación las agregamos por añadidura, pero si a eso le sumamos pasión el resultado es extraordinario.
El momento es propicio para empezar a vivir motivos en nuestros anhelos, impulsados por las expectativas y creyendo en que somos capaces de logramos todo lo propuesto. Mi frase favorita es que “Todo es Posible si Tú lo decides” y debo confesar que hasta el momento me ha generado resultados positivos. Por eso disfruto todo lo que hago y vivo apasionadamente los momentos que cada día me regala. Propongámonos agregar esta dosis a cada día y maravillémonos de ver grandiosos resultados.
Diomandy Castillo
