En esta temporada durante la semana santa, probablemente debería evitarse la política en la mesa. Sin embargo, es muy probable que alguien de su familia o sus amigos se encargue de opinar de la economía. Si ese individuo menciona lo caras que se han vuelto las cosas o lo mal que está la economía, no estaría solo en su argumento.
El problema de la percepción es el problema de explicar cómo es posible el conocimiento perceptivo real, o sea que sí lo que percibo se acerca a la realidad. El escéptico tiene una solución sencilla: no es posible. En palabras sencillas, no importa lo capaces, perceptivos o inteligente que seamos nuestra percepción esta limitada por la información que tenemos a mano.
Las percepciones de la economía importan cuando los votantes deciden a qué partido apoyar, en especial cuando en nuestra sociedad todos los problemas son en mayor o menor grado culpa del partido que está en el poder; para explicarlo mejor… en un sistema parlamentario solo se necesita un voto de confianza negativo para iniciar un proceso electoral, pero en el sistema presidencial es a término, por lo que puedes siempre quedar atrapado con el mal presidente (depende a quien le preguntes)
Las percepciones económicas están altamente correlacionadas con la elección del voto: es más probable que los votantes destituyan a un gobernante cuando perciben que la economía se ha deteriorado. Esto plantea la pregunta de qué información utiliza la gente para generar estas evaluaciones de la economía. Esta pregunta es crucial para los modelos de votación económica que se basan en el supuesto de que ¨las cosas están malas¨…excepto si eres un cantante urbano en las redes sociales.
La economía es una ciencia difícil. Las personas son complicadas: tienen deseos diferentes (e inestables), reaccionan de manera diferente ante los acontecimientos y ven el mundo de desemejantes maneras. Los mercados son interacciones complejas entre millones de estas diferentes personas.
Los mercados atraviesan fases de optimismo y pesimismo masivos: auges y caídas. John Maynard Keynes llamó a las fuerzas subyacentes a estas fases espíritus animales, los factores emocionales e intuitivos que impulsan las decisiones económicas. Son una parte inevitable de la economía, ya que hay preguntas que no pueden responderse de una manera fácilmente cuantificable. Por ejemplo, ¿estoy invirtiendo en una empresa que vende bienes y servicios que la gente quiere? ¿Qué tan rentable es una cirugía plástica para el chapeo? ¿El mercado se está fortaleciendo o debilitando? ¿Cuál es la vida útil de la megadiva? ¿La gente se siente más segura sobre el futuro o menos segura? ¿Las tasas de interés, que determinan tanto los costos de endeudamiento como el rendimiento de sus ahorros, aumentarán o disminuirán en el futuro? ¿Qué tal la inflación? ¿Cuánto dinero oscuro alimenta la economía de forma irracional?
En este sentido, percibir la economía requiere comprender las motivaciones de las personas que están en la mesa contigo. Invierten y gastan dinero (o se abstienen de invertir y gastar dinero) para cumplir ciertos deseos y objetivos, como obtener ganancias, acumular ahorros o simplemente adquirir bienes y servicios útiles. A veces estas decisiones económicas son racionales. Otras veces, instintos como la codicia (durante un auge económico) y el miedo (durante y después de una crisis) pueden nublar nuestra racionalidad. Si todo esto falla, toma uno de esos días en cuaresma donde no se come carne o pretende que están pasando por una fase vegetariana y buena suerte.
Angel Gilberto Lockward Cruz
