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Los protectores del fuego en el desamparo



En la medida en que el hombre, con su grandeza propia, comenzó a descubrir y desarrollar habilidades para subsistir, se ha enfrentado a retos y amenzas que ponen en peligro sus propiedades e incluso su integridad física.


Un ejemplo de esto es uno de los más antiguos e importantes descubrimientos hace más de 500 mil años: el fuego: una serie de partículas y moléculas combustibles, que emiten luz y calor y que ha permitido al hombre durante las distintas épocas protegerse del frio, generar iluminación, preparar alimentos, desarrollar la metalurgia, entre otras importantes actividades que han modernizado nuestras sociedades.


La proporcionalidad entre sus beneficios y peligros se pone de manifiesto al tiempo en que las facultades humanas pierden el control del fuego. Cuando se genera un incendio se destruyen propiedades, se pierden ecosistemas, las personas sufren quemaduras e intoxicaciones por inhalación de humo y en una gran cantidad de casos, mueren.


Ante las referidas amenazas, el hombre, al darse cuenta de que el agua que caía del cielo tenía la capacidad de, entre otras cosas, extinguir el fuego, buscó entonces mecanismos para contener y distribuir el agua, dando paso a la invención de máquinas, siendo las primeras las llamadas Siphona, una especie de bombas de agua inventadas en Grecia. Se llegó a utilizar además cubetas de cuero de animales, e incluso los estómagos e intestinos de éstos como mangueras.


En Roma, se le atribuye a Marco Licinio Craso la organización de una especie de servicio contra incendios integrados para combatir los siniestros en las propiedades que éste poseía -que según cuenta la historia era bastantes- y que eran alquiladas a los ciudadanos, según su conveniencia. Esto es, si se encontraban al día en sus pagos de alquileres eran auxiliados, de lo contrario no. Se tienen referencias, además, de que aprovechaba las viviendas incendiadas que no eran de su propiedad, para adquirirlas al denominado “precio de vaca muerta”, ya que los propietarios preferían venderle a Licinio a precios irrisorios a quedarse con una propiedad devastada.


Sin embargo, al emperador César Augusto en Roma es a quien se le atribuye la creación del primer cuerpo de bomberos organizados por un ente estatal. Si avanzamos un poco más a la modernidad, y nos concentramos en América, nos encontramos entonces con la “Union Fire Company”, fundada por Benjamín Franklin como una entidad privada, formada en Filadelfia en 1736. El servicio voluntario que daba este cuerpo dió paso a la creación de las primeras organizaciones modernas que luchaban contra el fuego en las ciudades americanas.


En la República Dominicana, según los datos disponibles, fue el General Gregorio Luperón quien ordenó la creación de los primeros cuerpos de bomberos en las ciudades de Santo Domingo, San Pedro de Macorís, El Seibo, Santiago, La Vega, Puerto Plata, Cotuí, Azua, Baní y Montecristi, a través del decreto 1821, de fecha 8 de mayo de 1880.


En la actualidad, los cuerpos de Bomberos se mantienen como una dependencia de los Ayuntamientos. Realizan una labor de respuesta a situaciones de emergencias de diversos tipos, poniendo en peligro sus propias vidas para salvaguardar las propiedades y vidas de los ciudadanos ante siniestros.


Esta noble actividad es muy mal recompensada. Los recursos que les llegan a los cuerpos de bomberos dependen de la voluntad de las alcaldías en la planificación y aplicación de los presupuestos locales, lo que impide que los cuerpos de bomberos adquieran tanques modernos, con mantenimientos al día, que tengan uniformes dignos ni equipos de protección personal para proteger sus vidas en la peligrosa actividad que desempeñan.


Los salarios de los Bomberos históricamente se han ubicado entre los más bajos del país, situándose en promedio en unos 15 mil pesos mensuales, lo que resulta indignante, teniendo en cuenta lo demandante y peligroso que resulta dejar su familia para ir a sofocar un fuego sin garantía de preservar la vida propia.


La noticia “Muere bombero al intentar sofocar incendio” se vuelve cada vez más común, e incluso se les considera a estos como héroes y se les rinde honores a modo de costumbre en sus localidades. Sin embargo, no existe un régimen legal que garantice que las familias de los bomberos que mueren de manera heroica sean tratados con dignidad.


Urge aprobar una ley que garantice que los hombres y mujeres que se desempeñan como bomberos en la República Dominicana, puedan desarrollar sus labores en condiciones dignas, con formación y equipos especializados, un salario y plan de retiro adecuado. El congreso dominicano tiene un desafío: legislar para que los bomberos no sigan en el desamparo.


Melissa Peguero

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