Históricamente los empresarios y los políticos han sabido cohabitar en nuestra sociedad, cada uno respetando el espacio y el rol que desempeña el otro. Pero no es raro encontrar capítulos en los que empresarios han querido desplazar a los políticos, para alzarse con ambos poderes, el económico y el político.
En la mayoría de las ocasiones los políticos se aprovechan y utilizan la figura y los recursos de los empresarios para su propio beneficio político, pero en otras ocasiones los empresarios ascienden en la política y siempre son enfrentados y posteriormente desplazados. Hemos visto a empresarios como, por ejemplo, Jacinto Peynado, que alcanzaron la vicepresidencia de la república pero que, al tratar de alcanzar la presidencia, no fue apoyado por muchos de los políticos de su propio partido, además que mientras se ocuparon de intentar lograr el poder político, descuidaron sus empresas.
Así mismo hemos sido testigos de confrontaciones entre políticos y empresarios, donde solo pierden ambas partes, por ejemplo, cuando fruto de que un empresario, propietario de medios de comunicación, de bancos, compañías de seguros, entre otras tantas empresas, trató de trazar pautas a un presidente y se generó un enfrentamiento tan extremo que el Banco fue intervenido por las autoridades, se generó una crisis en el sector financiero, al extremo que otros bancos también colapsaron y fruto de la crisis el entonces presidente Hipólito Mejía perdió las elecciones en un intento de reelegirse para un segundo período.
También hemos visto cómo los políticos se intentan insertar en el sector empresarial, estructurando empresas que sin dudas compiten con grandes ventajas frente a las otras del mismo sector, en cuanto a poder venderle al estado bienes o servicios. Durante el periodo 82-86 sectores muy próximos al entonces presidente Salvador Jorge Blanco, comenzaron a importar vehículos, consiguieron representar marcas, compraron bancos que crecieron aceleradamente y así incursionaron en otros sectores, provocando la animadversión de sectores empresariales que perdían mercados y oportunidades.
Nunca, como en los últimos ocho años, habíamos visto la estructuración de tantas empresas en manos de unos pocos, pero que también ostentan el poder político, desplazando en casi todas las áreas del haber económico a las empresas tradicionales, que además de desplazadas, algunas de ellas han quebrado o están al borde de la quiebra. Esto, gracias a la creación de una red mafiosa, que con el tráfico de influencias y, según acusación interpuesta por la Procuraduría General de la República, la manipulación de las licitaciones para lograr que en prácticamente todas las áreas del gobierno, sean ellos los mayores o únicos suplidores de todo lo que compra el Estado.
Sin dudas, los acontecimientos pasados nos dejan sus enseñanzas en cuanto a que los políticos a su política y los empresarios a sus empresas. Necesitamos empresarios que confronten y no permitan el desarrollo de malos políticos, así como, buenos políticos que confronten a los malos empresarios; de forma que se genere un equilibrio entre ambos poderes, mediante una buena relación que permita que sea la sociedad la más beneficiada.
Juan Mejía
Economista y analista político
